Viernes Santo

LA PASIÓN DEL SEÑOR
Según una antiquísima tradición, la Iglesia no celebra la Eucaristía ni en este día ni en el siguiente. El altar sigue desde la víspera desnudo por completo: sin cruz, sin candelabros ni manteles. Después de mediodía, cerca de las tres, a no ser que por razones pastorales se elija una hora más tardía tiene lugar la celebración de la Pasión del Señor, que consta de tres partes. En la liturgia de la Palabra se lee el cuarto cántico del Siervo de Yawéh, profecía del Mesías en su Misterio Pascual, el salmo 30 con la invocación de Jesús en la cruz: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu», el pasaje de la carta a los Hebreos donde se proclama el sentido sacerdotal de la vida de Jesús y especialmente en la Pasión, y el relato evangélico de ésta según San Juan que la expone como una progresiva exaltación del Señor, cordero sacrificado en la Pascua que quita el pecado del mundo, y de cuyo costado abierto nació el sacramento de la Iglesia entera. La liturgia de la palabra termina con la Oración Universal. La segunda parte es la adoración de la Cruz, ceremonia que se originó en Jerusalén en torno a la reliquia del santo leño venerado este día junto al monte Calvario. Por último se distribuye la comunión con el pan consagrado en la Misa de la Cena del Señor.
El Viernes Santo es, para todos los cristianos adultos, un día de ayuno: el ayuno pascual que es el origen de la penitencia de la Cuaresma y recuerda la Pasión del Señor; la Iglesia aconseja que lo practiquemos también el día siguiente, hasta la comunión en la Vigilia Pascual, en la que lo romperemos con alegría.